Por amor al arte…

Por amor al arte…

[Ignacio Sáez de Ichaso Y falcón]

“Sí, no es ninguna coincidencia, su apellido se identificaba con su obra cumbre, con el arca que contiene hoy día al santo que fundó la orden de los dominicos porque con ella se coronó. Pero, como le ocurrió a Niccolò dell'Arca y a Santo Domingo de Guzmán, unos siembran y otros culminan lo recogido de la siembra, siendo Miguel Ángel y los dominicos los recolectores en este caso concreto respectivamente.

Si hay algo hermoso de esta arca es el ángel que ocupa como centinela la esquina derecha de la plataforma que la sostiene.

Muerto Niccolò, le pidieron a un reciente artista llamado Miguel Ángel que finiquitara la obra para la conmemoración del santo, y más profundamente para honrar la vida de Niccolò. Y decidió forjar en mármol el “alter ego” de lo que quería ser para el fallecido, un ángel de la guarda de su obra artística. Sí, no es de otra manera, con apenas 19 años, Miguel Ángel decidió convertirse en el ángel de la guarda de Niccolò y donar a la historia el ser con las facciones más límpidas, presencia más humilde y viril que vieron los siglos.

En el momento en el que los que le dictaminaron el recado divisaron semejante belleza, no pudieron dar crédito. Más que eso, no podrían volver a concebir el arte como hasta entonces lo habían hecho. Ese ángel se había convertido en su sol; no solo porque lo veían sino porque gracias a él veían todo lo demás.”

Y lo mejor de todo es que lo hizo sin despeinarse, pero con el empeño fúlgido de un incipiente artista y todo valiéndose de su cabeza armónica y de sus manos curtidas en el trabajo de la piedra.

¡Qué frío! El viento entra llorando por la contrapuerta del ventanal como el ruido que hace al atravesar los tubos de carrizo. No es solo el viento el que como advenedizo se cuela entre medias de la conversación, sino el ruido de las sirenas de policía y la sensación de humedad propia de un día de lluvia. Me levantaré un momento y cerraré la ventana. Vaya, cuán trémulo tengo aún el pulso. Se nota que esto me está afectando de verdad.

Por poco me caigo de la silla al sentarme, ahora sí que se habrán fijado en mi nerviosismo. Aun me queda “JB”, beberé de un trago lo que queda y mitigare así la desazón y ansiedad.

Que rápido empapa el veneno de etanol mis neuronas. Ni siquiera he sabido calibrar la estentórea fuerza con la que he depositado el vaso en la mesa, como se deposita la nostalgia en la vida de un hombre, de golpe y con el gusto amargo de, a una edad considerable como la mía, añorar aquello que jamás sucedió. Sí, en cuanto empiezo a cavilar en mi pasado sé perfectamente que empiezo a emborracharme.

Sí.

Yo, el viejo Humprhey, que malvivo con la venta de copias perfectas de obras cumbres del pasado. Que malgasto mi tiempo en una reminiscencia de lo que siempre quise ser; un artista. Sí, yo el viejo y raído por el tiempo, Humphrey Boeing.

Y es que para ser lo que uno quiere, uno debe caminar hacia adelante, pero el pasado pesa mucho. Para ser lo que uno quiere, uno debe vivir el ahora, pero el presente solo existe en las fotos.

Y ¿quién puede proyectar su vida hacia el futuro cuando el pasado ha sido tan opaco, tan duro como el mío? ¿Qué se puede esperar de la vida cuando siempre todo ha salido mal, cuando eres la excepción al “Dios aprieta pero no ahoga”?

No creo que sea culpa mía redirigir mi mirada a todo antagonista del progreso, cuando mi sequía creativa es consecuencia de una falta brutal de lluvia de oportunidades y las pocas que caían, como aprender a vivir en la calle mediante el hurto y el dolo, eran deleznables para una sociedad consumista gravemente impresionable.

No, no nada de eso. Crecí en un suburbio de Baltimore. Con lo que todo eso conlleva. Y, sobre todo, con todo lo que no.

En fin, basta ya Humphrey, deja de auto compadecerte. Tienes problemas mayores ahora mismo, como estos tres gorilas y este hombrecillo italiano embadurnados con un traje negro de Giorgio Armani delante de ti. ¿En que demonios estaría pensando trayendo aquí el ángel desde Bolonia?

El latrocinio que hice podría costarme el latrocinio de mi vida por estos tipos para no tener que costarles nada el pacto. Pero no hacen nada, joder, ni un movimiento. Solo me cuentan cosas de ese angelito y a mí me bastó con verlo un día para saberlo todo. Un día en el que me cansé del destino que me ofrecía la permanencia continuada en este bar y decidí buscar trabajo de restaurador en Europa y qué mejor sitio que en Italia.

Están demasiado rígidos, y eso que llevan ya una botella entera de Tanqueray cada uno. Encenderé un pitillo a ver cómo reaccionan. El cigarro es el cilindro que aproxima las amistades y quema las distancias que el desconocimiento interpersonal establece a todos.

Si el vuelo más barato no hubiese sido el de Baltimore-Bolonia no hubiese aterrizado en Italia allí, y no hubiese acabado visitando la catedral de Santo Domingo. Pero no me arrepiento de esta situación, aún no me ha ocurrido nada.

Encontré al ángel y presentí nada más verlo que nada malo, sino todo lo contrario, me sucedería con él a mi lado. Por aquel entonces leía a Sófocles y, como yo no creía en nada más que en la remasterización de la belleza de antaño a la representación en 3D de hoy, por aquello que decía el escritor español Ortega y Gasset de que para vivir el presente tenemos que analizar el pasado, decidí poner una vez más en práctica mi teoría y por ello creí en los vaticinios que sentí, que calaron muy hondo en mí. Yo quiero vivir el presente. Es la única meta de mi vida.

Tan trascendente fue que decidí volver a casa, como si sintiera que lo que realmente tenía que hacer en Europa ya lo había cumplido con creces. Poco después de robarlo con los vericuetos que prefiero ocultar, Mussaquio decidió hacerse con él mediante el poderoso caballero, don dinero. No sabía cómo lo había conseguido, pero él sabía que había hecho el trabajo sucio de robarlo y que ello merecía una caudalosa recompensa. O eso creía hasta que acabo de beberme lo que quedaba de mi JB. Joder, estoy tan nervioso que desvarío y me está bajando la tensión. Esta piel nívea al instante y las millones de lucecitas en mi retina no pueden ser fruto de mi imaginación.

–Bien…bien..e..entonces, ¿de qué cantidad estamos hablando?.

No entiendo por qué tarda tanto en contestar.

–Jajaja. No se anticipe señor Boeing, hay muchos cabos sueltos que atar aún.

–Podrá haber todo lo que usted quiera, pero lo que no hay es tiempo para seguir perpetuando el trato en el tiempo. Si usted me ha encontrado, qué no harán las autoridades italianas.

–No se excite Humphrey, no es la primera vez que hacemos este tipo de cosas. Que usted sea un primerizo en estos asuntos no le exime de su mal trato para con nosotros.

–¿Sabe qué? Está en lo cierto, le pido perdón por mi comportamiento.

Para el carro Humphrey. Tu actitud enconada por el nerviosismo y el instinto de supervivencia no te llevarán a ninguna parte. Puedes estar tranquilo, han investigado hasta tus huellas dactilares. No se fiarían de la filantropía ni de sus respectivas madres y no lo harán de la tuya sabiendo que podrías mentirles con una de tus imitaciones en 3D. Te necesitan vivo por si los engañas.

–Bien, resuelto este malentendido, y sabiendo que después de la tempestad del agobio viene la calma de la sinceridad, parlami del angello de Miguel Ángel. ¿Es el auténtico o no?

Y ahí están, las temidas cartas sobre la mesa.

–Ahí lo tiene Mussaquio, lo toma o lo deja.

–Sería una pena para usted que este no fuese el auténtico ángel. Muerte no hay más que una y por desgracia para algunos es siempre verdadera, y la suya le aseguro que se la entregaría yo mismo.

–¿De qué tiene miedo exactamente, Mussaquio?”

–¿Es que no ha oído lo que acabo de decir?

–¿Acaso no ha oído usted lo que he dicho yo?

–Sí, pero en ese caso no sé qué insinúa.

–Quiero decir que, desde Platón, nada relacionado con la realidad se adapta a la perfección de las ideas, y tampoco se adaptaron las de Miguel Ángel a sus obras. Estas, sus creaciones, no son más que una impresión en 3D de lo que su privilegiada cabeza quiso esculpir en mármol. Y no es distinto de lo que ocurre en la vida de cada persona. Tratamos de remasterizar la perfección a nuestro antojo, a veces buscándola como yo lo hago en el pasado, y adaptarla a nuestras vidas como si de un molde fabricado por nosotros mismos se tratase, y luego nos quejamos de lo que pudimos ser y no fuimos y nos convertimos en nuestras propias impresiones en 3D; auto convalecientes por su imperfección y vacías de creatividad.

Creo que gracias a este ángel acabo de caer en la cuenta de muchas cosas. NO quiero ser una impresión en 3D, ni hacer copias de copias. Quiero tener creatividad. No volveré a ser un esclavo de la condición que puso Ortega y Gasset a su análisis del pasado; no volveré a vivir anclado en él.

(Bolonia, dos semanas después. 3:30 de la madrugada.)

Bueno, parece que no ha quedado tan mal. Lo cierto es que de habérselo vendido más barato no habría podido comprarme este mármol tan bueno y este majestuoso piso en frente de la catedral de Santo Domingo. Sabía desde que observé los pormenores de sus rasgos que ese ángel me ayudaría, pero lo cierto es que no sabía cómo. Ahora él no se podrá quejar de falta de aquiescencia entre favores, porque lo he devuelto a su patria y a su casa cumpliendo su función de custodiar la tumba de santo Domingo de Guzmán. Y es que eso ya lo decía Homero: “Nada hay tan dulce como la patria, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana la mansión más opulenta”.

Lo que son las cosas, hoy estoy aquí acabando esta mi primera obra personal y novedosa y parece otra impresión más en 3D de algún otro artista. Qué difícil es a veces desenredar la entrelazada línea “realidad-ficción”.

Tanto es así que ahora que lo pienso, ni siquiera sé si el ángel que acabo de devolver es el verdadero o el auténtico se lo vendí a Mussaquio.

Pero no me preocupa porque me fío de mis presentimientos y sé que con el ángel cerca mío nada podrá sucederme, como hasta ahora ha demostrado.

Y es que si algo he aprendido de esta historia es a no vivir anclado al pasado por muy hirsuto que me resulte luego, y a vivir el presente no sin antes haber aprendido que el pasado es importante para labrar un buen futuro. Porque somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos, como diría Pérez Reverte.

Y que si de verdad he aprendido y he aprendido algo es, de verdad y de una vez por todas, a hacer las cosas… por amor al arte y no a mí mismo.

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