Lo que más quiero en el mundo

Lo que más quiero en el mundo

[Emar]

Por fin, ya tengo otros 5 céntimos. Me levanto de la silla y voy directo al Pote del Dinero. Así se llama mi hucha: Pote del Dinero. Ya he ahorrado más de 1.000 euros en 3 años. Me ha costado lo mío: poemas en Navidad, dientes de leche, bailes estúpidos delante de los abuelos, ayudar a mi tía en silla de ruedas… y lo más difícil de todo, limpiar mi cuarto. La paga semanal también ha contribuido a aumentar el Pote del Dinero.

Me siento muy feliz, estoy a muy poco de conseguir lo que más quiero en este mundo. Llevo años pidiéndolo a los Reyes, a Papá Noel y al Ratoncito Pérez, pero no ha habido manera. Nunca me han hecho caso. Para Navidades siempre me regalan coches, Legos, muñecos de Dragon Ball o ropa de Spiderman. No me entienden. Vale, reconozco que Ratoncito Pérez difícilmente me traerá lo que yo quiero, más que nada porque es mil veces más grande que él, pero entre los 3 Reyes… ¡bien podrían!

Pero bueno, ya casi he llegado a mi objetivo, y cuando tenga suficiente dinero nadie me podrá decir que no puedo gastarlo en lo que más quiero. El Pote del Dinero es secreto, mis padres se piensan que el dinero que me dan o recibo por otras partes me lo gasto en cromos, golosinas o en otras tonterías, pero no. Tengo un objetivo muy claro.

Mientras mi madre me llena la bañera y me preparo para mi ducha, empiezo a imaginar lo que haré con lo que más quiero en el mundo. Probablemente estaré fuera todo el día con él, me iré de paseo con él, le miraré todo el rato y me reiré mucho.

La idea se me ocurrió después de caerse mi tercer diente de leche, yo estaba desesperado y casi no pude dormir esa noche. Por la mañana, levanté la almohada rápidamente pero allí sólo había 5 euros. Sabía que iba a ser muy difícil recibir lo que yo quería. Mi madre siempre me gritaba: ¡No! Y cuando le preguntaba a mi padre, él simplemente miraba a mi madre, ella gesticulaba un No y él sólo se encogía de hombros. También en aquél momento supe que nunca sería como mi padre, no me iba a dejar doblegar por una mujer nunca en mi vida.

Así que fue entonces cuando empecé a buscar otras alternativas para conseguir mi objetivo (aunque seguí y sigo pidiéndolo siempre que puedo). Un amigo del colegio me comentó que había ahorrado dos semanas para poder comprarse el paquete de cromos de la serie oro de una colección que ahora mismo no recuerdo. Entonces pensé que era una muy buena idea lo de ahorrar para poder comprarme lo que más quiero en este mundo. Sabía que no iba a ser fácil, ni corto, pero nunca imaginé que iba a ser tan difícil. Mientras otros niños iban a la piscina y se compraban helados, yo me quedaba en casa con excusas como: hoy no me encuentro muy bien o prefiero ver esta serie en la TV. Mi madre me miraba y decía: ¡Qué niño más raro! Y yo la miraba a ella y pensaba: si tuvieras idea de lo que tengo pensado…

Ayudar a mi tía en silla de ruedas consistía en traerle todo lo que me pidiera: Álex, tráeme un vaso de agua, o Álex, coge ese jarrón de allí y llénalo de agua para poner las flores que me han regalado. Es muy mandona, pero sé que me quiere mucho porque me da mucho dinero cuando le echo una mano.

Pero ayudarla es siempre más fácil y más complaciente que recoger mi cuarto. ¡Qué tarea más dura! Cada día tengo que recoger mis juguetes, hacerme la cama, poner la ropa a lavar, doblar mi pijama y ponerlo debajo de la almohada, recoger los libros que he usado para los deberes, sacar el polvo de la mesa de escritorio, ordenar la ropa del armario y asegurarme que he apagado las luces y el ordenador. Y siempre, antes de irme a dormir, tengo que enchufar el spray anti-mosquitos, bajar la persiana y entornar la puerta (ya la cerrarás cuando seas más mayor, me espeta mi madre cada vez que la cierro del todo). Solo de haber pensado todo esto ya noto cómo se deslizan las gotas de sudor por mi espalda. Pero tengo claro mi objetivo y voy a conseguirlo, no me va a parar nadie.

Sé que mis amigos, los 3 que saben mis planes, piensan que estoy loco. Ellos nunca han tenido tanto dinero en su Pote del Dinero, de hecho no creo que tengan un Pote del Dinero. Ellos reciben un euro de sus padres y se lo gastan a los 5 segundos. Me acuerdo de Daniel, que el otro día recibió 10 euros por un diente y cogió y se los gastó en un muñeco y en una revista para niños. ¡10 euros! Qué locura. A mí me dicen que con todo el dinero ahorrado me puedo ir de casa, me puedo comprar un hotel o me puedo ir de viaje. No tienen ni idea. Yo sé para qué quiero el dinero y sé lo que puedo hacer con él. Se lo he explicado tropecientas veces, pero ellos sólo piensan en el fútbol, pegatinas o juguetes.

Mi madre me llama para el baño. Voy corriendo, sólo me quedan 5 euros para conseguir mi objetivo, y mañana voy a ver a mi tía así que creo que ya lo tengo todo. Mientras me sumerjo en el agua caliente que mi madre me ha preparado, cierro los ojos y me imagino lo que más quiero en el mundo. Soy muy feliz, sólo me quedan un par de días y lo tendré en mis manos. Pero hay un problema. Dejo de sonreír. Necesito un adulto que me acompañe porque no voy a poder llevarlo yo solo, y mucho menos comprarlo. ¿A quién le voy a pedir que me acompañe? Mi madre me dirá que no, mi padre está de viaje… Ya sé, mañana cuando esté con mi tía le preguntaré si puede acompañarme. Todo solucionado. Sonrío otra vez.

Abro los ojos y veo a mi madre que me mira con cara de sorpresa: ¿Qué haces? ¿Por qué sonríes y luego te pones triste debajo del agua? A lo que yo le contesto: Soy un niño mamá, estaba jugando. Mi madre pone los ojos en blanco y se va a la cocina a hacer la cena. Estoy unos minutos más en la bañera y ya huelo la lasaña casera que hace ella. Está riquísima. Salgo de la bañera, arrugado como una pasa, ceno, estudio para el examen de Mates de mañana y me voy a dormir. Estoy a un día de conseguir lo que más quiero en el mundo.

Al día siguiente, cuando salgo del colegio, mi madre me deja en casa de mi tía hasta que ella sale del trabajo. Le ayudo a doblar la ropa recién planchada y merendamos juntos un tazón de leche con cereales. Ella, como siempre, me pellizca la cara, me da una palmadita y me dice: Toma, te lo has ganado. Miro su mano, ¡un billete de 10 euros! 3 años ahorrando y ahora me sobran 5 euros. Es el momento.

Tía Ángeles, le digo, ¿me puedes acompañar a un sitio? Ella, sin dudarlo, me contesta que sí, y como la tienda está al lado vamos dando un paseo. Nos plantamos delante de la tienda de informática, estoy tan nervioso que casi se me escapa el pipí. Mi tía me pregunta que para qué quiero yo ir a una tienda de informática. Entonces me doy cuenta que me he dejado el Pote del Dinero. ¡Noooo! Estaba tan cerca… Le digo a mi tía que me he dejado una cosa muy importante y que mejor volvamos a casa. Así lo hacemos y me espero en su casa, sentado en las escaleras hasta que viene mi madre. En cuanto mi madre abre la puerta, voy corriendo a mi habitación, pongo los 10 euros en el Pote del Dinero y le digo a mi madre: Mama, tienes que acompañarme a una tienda de informática. ¿Para qué? Es muy importante mama, por favor.

Meto el Pote del Dinero en la mochila, mi madre y yo nos metemos en el coche y vamos a un centro comercial. Entramos en la primera tienda de informática que vemos y yo voy corriendo hacia lo que más quiero en este mundo. Veo impresoras de todo tipo, pero no la que yo estoy buscando. Álex, ¿para qué quieres una impresora? Ya tienes una en casa y no la usas.

Sigo buscando, mis ojos no alcanzan a la estantería más alta, pero no importa porque sé que ahí no está. Sigo mirando toda la fila… ¿no tienen ninguna? Y justo cuando llego al final, ahí está. ¡Y encima está rebajada! Me acerco a la impresora 3D más bonita del mundo, en realidad no lo es, pero para mí sí, ella me permitirá tener lo que siempre he querido. Mi madre no sabe qué decir: No estarás pensando en meter este mamotreto en casa. Pues sí, le contesto.

Abrazo la impresora sabiendo que ella me va a dar lo que más quiero en este mundo. Soy sólo un niño de 7 años esmirriado y la máquina es 4 veces lo que peso yo. Mi madre mira a su alrededor y debe pensar que estoy loco. Abro la mochila y le enseño el Pote del Dinero. Ella se tapa la boca y suelta un grito sordo. ¿De dónde has sacado tanto dinero?, me pregunta. Como si la respuesta fuera obvia le contesto que lo he estado ahorrando durante 3 años. ¿Y para qué quieres tú esto?, sigue inquiriendo. Resoplo, ¿es que esta mujer no me conoce para nada?

Mama, me voy a comprar esta impresora 3D para poder tener lo que más quiero en el mundo y que no hay manera que me lo traigan ni los Reyes, Papá Noel, el Ratoncito Pérez o me lo regaléis vosotros: un hermanito. Lo voy a imprimir en 3D y también imprimiré juguetes para poder jugar con él. Imprimiré en 3D ropa y una cabaña de indios. Haré también una cuna para que no tengáis que gastaros dinero en él.

Mi madre se arrodilla y me mira a los ojos: Álex, no puedes imprimir un hermanito en 3D, no te va a hablar ni va a moverse. No voy  a dejar que te gastes ese dineral en una cosa que no te va a funcionar, me dice. Ya estamos otra vez, después de mandar a mi padre ahora quiere que me amolde yo también. Esta noche voy a hablar con él y estoy seguro que juntos la convenceremos. Mañana vendré a la tienda con mi padre, traeré el Pote del Dinero y me compraré la impresora 3D para poder tener un hermanito.

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