El arte de educar en 3D

El arte de educar en 3D

[David José Alonso García]

Domingo 21 de septiembre

Ensimismado en mis pensamientos recorro la Vía Aníbal entre fachadas monumentales, columnas, empalizadas, trirremes, dioses y multitud de romanos y cartagineses. Cultura, ilusión y emoción respiro en este mundo tridimensional donde recreamos el siglo III a.C. Un pueblo, cuna de sabios y guerreros, donde dos grandes potencias batallaron en las guerras púnicas por el control del mundo. Es la fiesta de nuestra historia.

–¡Salve Escipión! –exclamo levantando la mano. Nos damos un fuerte abrazo. Es mi general en este mundo, pero sobre todo es mi amigo en la vida real. Hablamos de la batalla de este año, nuestro acto más importante, algo que nos distingue. La táctica será fundamental y Escipión es un estratega de libro. Ojalá usara yo la estrategia en mi profesión como él la usó contra los cartagineses.

–¡Suerte el viernes! ¡Y cuidado con Magón, dará su vida por defender la plaza! –le grito mientras me alejo. Escipión me mira con una sonrisa pícara al tiempo que lo dejo charlando con su almirante Cayo Lelio.

Avanzo hacia mi campamento y me encuentro a un par de niños cartagineses que hacen una especie de muro con pequeñas piedras. Se ríen, se lo pasan bien.

–¡Hola chicos! ¿Estáis construyendo una casa? –les pregunto.

–Estamos haciendo una réplica de la fachada de nuestro campamento –me comenta uno de ellos.

En ese momento me doy cuenta que la imaginación de estos niños ha abierto mi mente. Descubro que vivía en mi mundo, basado en la rutina y carente de creatividad. No sé cómo he estado tan ciego todos estos años.

–¡Tomad unos sestercios para unas golosinas! –les doy las monedas con el corazón emocionado y me marcho apresuradamente.

Saco mi móvil, un poco antiguo ya. Me da igual, no necesito la última tecnología, sólo hacer muchas fotos, capturar detalles, encuadrar fachadas y componer correctamente las tomas. No voy a subir las fotografías a las redes sociales, ni las voy a enviar por email. Estas fotos serán las semillas que plantaré en mi memoria USB y crecerán como la fachada de aquellos niños que estaban jugando. Abonaré estas imágenes con tierra fértil y agua en cantidad. Usaré para ello el esfuerzo y afán de superación como hacían las civilizaciones antiguas.

Justo cuando termino mi reportaje fotográfico aparece mi gran amigo Benito, enemigo cartaginés que cerveza en mano se dirige a decorar a su dios Baal. Me presta un metro con el cual mido la dimensión más importante para mi nuevo proyecto. La cifra resultante me hace pensar. No creo que lo hayan hecho adrede, digo yo que más bien será la casualidad. ¿Cuál es tu número favorito? El mío a partir de ahora será el 13. Me voy a casa, está anocheciendo. Mañana trabajo, a las 07:00 h, ¡en pie!

Lunes 22 de septiembre

Duermo a pierna suelta, de un tirón. Sueño mucho, y es curioso que por la mañana me acuerdo de todo. Me da la sensación de que ha sido un sueño distinto al habitual, pero no atisbo a ver la diferencia con otras noches. Me surge una pregunta, ¿cómo son tus sueños? ¿Son tridimensionales?

Son las 08:20 h, suena el timbre. Subo las escaleras; ruido, jaleo, empujones, bromas. Sí, lo sé, es la edad. Todos lo hemos vivido. Pero hoy noto algo distinto, una sonrisa llena mi rostro.

Caras, superficies, volúmenes, círculos, cuadrados, rectángulos y polígonos se extruyen con pasmosa facilidad construyendo un decorado 3D casi real con cada clic de ratón. Veinte cabezas pensantes, creativas, motivadas y con un objetivo final. Manejan un programa de ordenador fácil de enseñar, de aprender y de usar. Diseñamos, modelamos, creamos, innovamos, ¡nos divertimos!

Cada alumno importa la imagen de su fachada elegida dentro del programa y la escala sabiendo que el ancho de la parcela mide 13 metros. De esta forma ya puede medir cada elemento de la fachada con una buena aproximación. A continuación construye en 3D los objetos y aplica colores y texturas.

Todos los años esta ciudad se viste de época montando cincuenta campamentos durante el mes de septiembre, rescatando así la emoción de un tiempo pasado. Es la base del proyecto educativo que realizo con mis alumnos. Es un trabajo que nadie ha hecho y que además puede ser útil.

Unos meses más tarde

–¡Hola Pepe! –es un profesor que acaba de abrir la puerta del aula.

Mi compañero se sorprende al ver los modelos 3D ya terminados en las pantallas de los ordenadores. Se interesa por la fachada de Ramón, alumno al que él también da clase. Le explico en qué ha consistido el trabajo que han realizado mis alumnos en la materia de Informática.

–¿Pues sabes qué se celebra hoy día 3 de diciembre? –me pregunta Pepe mientras suena el timbre de cambio de clase. Se marcha corriendo mientras recojo el aula con mis alumnos.

Aprovecho el recreo para ojear el periódico en la sala de profesores. En la sección de cultura, leo el titular: “El Día Internacional del 3D pasa a la historia”. Sonrío mientras me preparo para terminar el día.

Dudas…

Subimos a las redes sociales un vídeo resumen del proyecto, pero percibimos un volumen demasiado vacío. Tenemos sólo dos patas del trípode. El fuego necesita oxígeno, combustible y calor. Si falta algo, se apaga. Nosotros tenemos las fotografías de las fachadas reales y el modelo en 3D de cada fachada. Nos falta imprimir, pero no tenemos la financiación necesaria para dotar a este proyecto de una impresora 3D.

Ni los romanos ni los cartagineses se rendían. Nosotros tampoco lo hacemos. Hablamos con empresas, fabricantes, enviamos multitud de email y hacemos infinitas llamadas de teléfono. Las ganas y la ilusión, en eso no nos supera nadie. Exponemos nuestro trabajo y participamos en concursos. Y por fin conseguimos la impresora que nos permitirá continuar con el proyecto.

El taller de formación

Me dirijo a la sede de la federación de fiestas. Allí me está esperando José, experto en impresión 3D.

–¡Buenas tardes José! –exclamo alegre mientras estrechamos la mano. Comentamos detalles acerca del proyecto, y de cómo afrontar la impresión de tan cantidad y variedad de fachadas con los alumnos. Estamos de acuerdo en que va a ser un duro trabajo.

José va cargado con una caja llena de piezas que pesa 12 Kg., y que colocadas en su sitio darán forma a nuestra impresora 3D. Es la tarde del montaje. Varillas, rodamientos, motores, electrónica y un montón de piezas de plástico impreso. Este es el concepto de las impresoras replicables, máquinas que pueden fabricar sus propios repuestos y las piezas de sus “descendientes”. Nos dividimos el trabajo entre cuatro profesores. Terminamos el día dejando la impresora prácticamente montada.

El segundo día de montaje comenzamos corrigiendo algún pequeño error de la tarde anterior, y a continuación realizamos las pruebas iniciales de la impresora. Giro de los ventiladores, polaridad de los motores, conexionado correcto a la placa, y lo más entretenido, la calibración de la base. El tiempo se pasa rápido y en seguida son las seis. Un búho resultado de la prueba de impresión mira fijamente a unos nuevos visitantes, que, sorprendidos, le devuelven la mirada al animal como si éste estuviera vivo. Un nuevo mundo se abre ante nuestros ojos y muchos no somos conscientes de las experiencias tridimensionales que nos esperan.

La sesión de diseño e impresión mediante software es todo un éxito. De hecho se establece un debate ameno y nutritivo sobre las aplicaciones de la impresión 3D. Modelados para museos, ciegos que pueden tocar lo que no ven, prótesis médicas y prototipado en el ámbito ingenieril. La charla termina con un aplauso y una despedida de “hasta pronto”.

El proyecto avanza

Mis alumnos miran fijamente cómo se mueve el inyector de la impresora. No me extraña, a mí me pasó lo mismo la primera vez.

–Maestro, ¿la impresora se puede pausar para poder continuar la impresión mañana?     –me pregunta Flori, mientras observa las finísimas capas de plástico que va depositando. Llevamos toda la hora haciendo pruebas y mis alumnos siguen fascinados. ¿Qué mejor que poder hacer realidad algo que tú mismo has diseñado por ordenador?

Por fin conseguimos imprimir nuestra primera fachada completa. Hoy es 1 de marzo y de nuevo casualmente me entero que justo hace dos años se hizo la propuesta del Día Mundial de la Impresión 3D.

El fin de curso

Dos meses intensos inundan mi agenda de eventos relacionados con la impresión. Asisto como ponente al mayor evento de impresoras 3D de España y monto un stand en una “feria maker”. Allí conozco a una asociación de universitarios que junto a un escultor informático colaborarán con el proyecto aportando conocimiento en el escaneado 3D. Una tarde del mes de mayo fotografían y escanean multitud de esculturas de una de las tropas de las fiestas. Son objetos demasiado complejos para que los puedan modelar mis alumnos.

Mientras tanto la música épica inspira mi cerebro durante todos estos meses. Gladius y falcatas chocando mientras los gritos y arengas de generales y caudillos tratan de animar el alma cansada de sus legiones y tropas en plena batalla por la toma de la ciudad. Esta música, ya de fondo, se desvanece poco a poco hasta que el silencio reina en un campo devastado por la guerra. Mi cerebro la ha escaneado perfectamente y algún día la imprimiré en 3D recreando fielmente el tiempo vivido por mis antepasados.

–¡Hasta el año que viene chicos! ¡Que paséis un buen verano!–. Hoy es 20 de junio. Me quedo pensando en lo que hemos hecho estos meses atrás. Como si de realidad aumentada se tratara, tan de moda estos últimos años, sueño despierto y veo el campamento festero montado en el descampado contiguo al instituto. Cartagineses y romanos lo pueblan. Y me doy cuenta que en realidad hemos trabajado en un mundo en 4D. El tiempo de la historia vivida por esta ciudad es una dimensión más.


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