Ciencia y nostalgia

Ciencia y nostalgia

[Valdizán]

Verónica había vivido siempre con sus abuelos maternos. Nunca llegó a conocer a su padre y tampoco supo quién era. Su madre decidió ser madre soltera y criar ella sola a su hija. Con lo que Elvira no contaba era que iba sufrir un derrame cerebral al año de nacer Verónica. Tras la muerte de Elvira, sus padres decidieron hacerse cargo de la pequeña. Cuando sus seis hijos ya se habían emancipado y vivían ellos dos solos, tuvieron que volver a recordar sus años de crianza, y tanto Gabriel como Pilar criaron a Verónica. La niña siempre había vivido su situación con naturalidad. Había fotos de su madre por toda la casa, y cuando preguntaba por ella sus abuelos le decían que estaba en el cielo. Ella se sentía muy querida y era una niña feliz.

Ya con veintisiete años, Verónica había terminado sus estudios en diseño gráfico y trabajaba en una empresa dedicada al mundo de la ilustración. Desde muy joven, Verónica se empezó a interesar por el mundo artístico, el cual compaginó con otra de sus grandes pasiones; la informática. Lo que Verónica desconocía era cómo su profesión iba a influir, de una forma tan decisiva, en la vida de sus abuelos.

En los últimos cuatro años, su abuela se había deteriorado poco a poco. Ya no era la misma. Al principio, únicamente se trataba de episodios esporádicos de cambios de humor, desorientación y cierta dificultad al hablar. Parecían episodios sin importancia, pero con el tiempo los síntomas se fueron acrecentando, lo que la dotaba de una menor energía y espontaneidad. Además, empezaba a tener problemas con sus rutinas diarias, intercambiaba el orden de las cosas, queriendo cenar por la mañana o ponerse un camisón para salir a dar un paseo. Su marido Gabriel, con la ayuda de Verónica, la cuidaban lo mejor que podían. Los médicos, en un principio, pensaban que se trataba de demencia senil, pero una vez que empezó a inventarse palabras y a presentar problemas en reconocer a las personas, el diagnóstico estaba claro; Pilar tenía Alzheimer. Fue un duro golpe, pero Verónica, que aún seguía viviendo con sus abuelos, puso todo de su parte para cuidar de Pilar y de Gabriel.

La parte más difícil de la enfermedad es ver cómo la persona que lo padece empieza a no recordar. Eso era lo que más le impactaba a Verónica. Gabriel estaba todo el día con Pilar, y contaban también con la ayuda de Gladys, una cuidadora de gran profesionalidad y ternura. Cuando Verónica volvía del trabajo y durante los fines de semana, le encantaba pasar ratos con sus abuelos, en especial con Pilar. Dedicaban mucho tiempo a ver fotos y vídeos familiares para ayudarla a no olvidar. Era una forma de intentar mantener vivo su recuerdo. Tenía días mejores y otros peores, pero se notaba cómo la enfermedad iba devorando sus recuerdos poco a poco. Esto le hizo pensar a Verónica en qué forma podría colaborar a ayudarla a recordar y a rellenar su tiempo.

Tras darle varias vueltas al asunto, finalmente se le ocurrió una idea. Su idea combinaba dos elementos; la ciencia y la nostalgia. La parte de nostalgia vendría por parte de fotografías personales, llenas de recuerdos y momentos vividos. Por otro lado, la ciencia y la tecnología obrarían la magia y el milagro de rememorar esos momentos de una forma totalmente nueva. Verónica recopiló unas cuantas fotos familiares de gran importancia para sus abuelos. Ya tenía el primer elemento “nostálgico”. Le pidió autorización a su jefe para utilizar el escáner del trabajo y una de las máquinas de impresión con las que contaba la empresa. Verónica obtuvo el visto bueno, por lo que escaneó algunas de las fotografías y elaboró con ellas puzles. El proceso no resulta complicado si se cuenta con el material necesario y Verónica contaba con todo ello en su trabajo. Además, ella sabía cómo hacerlo. Como no quería abusar de la generosidad de su jefe, le hizo un estudio de costes para abonarle el uso de los materiales. Así, podía conseguir su objetivo a un bajo coste. El proceso era sencillo, sólo tenía que escanear las imágenes e imprimirlas en papel para sublimar. Terminada esta primera parte y tras guillotinar las fotografías para enmarcar y delimitar los lados, únicamente le quedaba coger las piezas del puzle en blanco y utilizar la plancha industrial para que la fotografía se pegara a las fichas. Una vez enfriada la composición ya estaba todo listo. Y así lo hizo con varias fotografías.

Cuando llevó los puzles a casa, a Gabriel le pareció una brillante idea. Pilar también acogió la idea con mucho interés. Sus abuelos eran muy aficionados a los puzles, por lo que la idea de unir su afición con los recuerdos del pasado hacía que el proyecto cobrara un mayor sentido. Ésta era una actividad que relajaba mucho a su abuela. Pasaba muchas horas en la mesa del comedor completando imágenes. Además, una vez completados, podrían enmarcarlos y colgarlos en la pared. Decidieron acondicionar una de las habitaciones de la casa con dos grandes tableros sobre unas borriquetas para tenerlos siempre a mano. Cada vez que algún hijo iba a visitar a Gabriel o Pilar, pasaban a la habitación de los puzles e intentaban unir alguna pieza. Asímismo la idea también fue del agrado de los nietos. A la vez que se iban completando partes de los distintos puzles, las imágenes daban pie a comentar historias, rememorar hechos pasados y contar anécdotas familiares. Los puzles estaban uniendo en gran medida a toda la familia. Verónica se sintió muy feliz por ello. Incluso varios de sus tíos y primos le traían fotos para que hiciera otros puzles. Los días eran más amenos con esa nueva afición.

Pero su proyecto no acabaría ahí. En el fondo, su mente seguía dándole vueltas a una idea de mayor envergadura. Algo que impactara más todavía. ¿Qué podría hacer? Se puso a mirar las fotografías de sus abuelos para coger ideas. De pronto se topó con unas fotos de un edificio imponente de varias alturas. Había varios adultos y tres niños en la imagen. Verónica le preguntó a su abuelo Gabriel sobre esa fotografía. Al verla, esbozó una sonrisa que le salió del corazón. Le contó que dos de esos niños eran su abuela Pilar y él mismo. Los adultos eran sus bisabuelos y tatarabuelos. Gabriel y Pilar se conocieron cuando eran dos críos y veraneaban con sus familias en el balneario de Solares. Iban allí todos los veranos con sus padres y abuelos. Así, verano tras verano, la amistad de los dos niños acabó convirtiéndose en una bonita historia de amor. Rebuscando por los cajones, encontraron más fotos de los distintos veranos en el balneario. A Verónica le encantaba oír las historias de su abuelo. Mientras las contaba, Pilar sonreía y hasta participaba en la conversación. En ocasiones decía no recordar determinadas situaciones, pero al oírlas de los labios de su marido, se notaba que le transmitían sensaciones agradables.

Verónica buscó en internet información sobre el balneario de Solares. Las primeras informaciones sobre el edificio se remontaban a 1753 y las edificaciones destinadas al balneario eran del año 1889. Desarrolló su actividad hasta su cierre en 1976, pero tras varios años con obras de restauración, el lugar volvió a reinaugurarse en 2006 con todo el esplendor de sus mejores años. Le propuso a su abuelo volver a aquel lugar de vacaciones. Pasar una semana en aquel lugar, beneficiándose de sus aguas termales, de sus circuitos y sus extensos y bonitos jardines, seguro que les sentaría fenomenal. Y así, Gabriel, Pilar, Gladys y Verónica se marcharon a disfrutar de una semana al balneario de Solares.

Pasaron una semana memorable. El viaje sentó muy bien a sus abuelos. Pilar fue capaz de recordar varias anécdotas y estancias del lugar. Verónica se llevó consigo su cámara de vídeo, de fotos y se llevó también un escáner de 3D que alquiló a su empresa. Era uno muy práctico, casi de bolsillo, que le permitía grabar imágenes del lugar y de ellos mismos.

Junto con las fotografías recopiladas, las que ella misma hizo y las que encontró en internet de aquel lugar, se preparó para llevar a cabo su gran proyecto. A esto, le unió las grabaciones que había hecho con el escáner en 3D de la fachada principal del edificio, estancias y mobiliario del balneario. Lo que Verónica se proponía hacer resultaba caro, por lo que les propuso la idea a sus tíos para ver si querían colaborar. Todos estuvieron de acuerdo. Lo que Verónica les propuso fue hacer para su abuela una casa de muñecas con la fachada del balneario de Solares. Para ello, imprimiría la fachada en 3D y, por dentro, decorarían las distintas estancias con mobiliario también impreso en 3D. De esa forma utilizarían elementos que Pilar pudiera reconocer y que le ayudaran a no olvidar. Además, a la casa de muñecas le incorporarían personajes. Verónica utilizó el escáner 3D para hacer muñecos con todos los miembros de la familia. Todos colaborarían, no solo económicamente, sino también en pintar y decorar todos los elementos de la casa de muñecas. El proyecto resultaba ambicioso, pero muy gratificante.

A medida que Verónica iba imprimiendo en 3D mobiliario y figuras, sus tíos, primos y demás familia iban desfilando por casa de sus abuelos para colaborar en el proyecto. Gabriel, Pilar y Gladys también colaboraban. Lo más bonito de todo era ver cómo estaban de unidos, y cómo Gabriel y Pilar disfrutaban de la compañía de toda su familia. Todos tenían muchísimas ganas de ver la casa de muñecas terminada, pero en el fondo no querían que llegara ese día, pues el proceso de elaboración resultaba de lo más estimulante y ameno. La familia nunca estuvo tan unida como durante los meses que duró el proceso. Los últimos días de actividad se vivieron con un sabor agridulce; por un lado estaban todos expectantes por ver el resultado final y la cara de Pilar al verlo todo montado, pero por otro lado les daba pena terminar aquellas manualidades. Verónica se sentía muy orgullosa de lo que había conseguido.

Los últimos tres días antes de la presentación de la casa de muñecas inspirada en el balneario de Solares fueron todo un acontecimiento. Gabriel estaba encantado por ver a tantos familiares y Pilar disfrutaba muchísimo de la compañía de todos. La abuela percibía el gran alboroto de las últimas semanas, pero no era del todo consciente de lo que estaba sucediendo. Finalmente, estaba todo preparado. Cada miembro de la familia, exceptuando a los más pequeños, decoró su propia figura previamente escaneada e impresa en tres dimensiones. La fachada de la casa de muñecas con la imagen del balneario de Solares quedó imponente. Al abrir la construcción, las estancias estaban sutilmente decoradas. La que más gustó fue la recreación a escala del salón de Gabriel y Pilar. Incluyeron también la habitación de los puzles. Ya sólo quedaba enseñárselo a los abuelos.

Fue un momento memorable para toda la familia. Verónica realizó multitud de fotografías del momento. Gracias al trípode y a la cámara, todos salieron en la foto. Parecía mentira cómo la nostalgia de un tiempo pasado podía combinar tan bien con los avances tecnológicos de la época actual. Verónica no solo había hecho felices a quienes la habían criado desde pequeña, sino que hizo a toda la familia partícipe de tal felicidad. De entre todas las fotos, eligió la que más le gustó e hizo un puzle para cada uno de sus tíos, y por supuesto, para sus queridos abuelos.

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