4-Proyecto EMI
[Ismacarl]
Desde joven y creo que como a toda persona del “mundo desarrollado” que tenga un poco de sensibilidad, me han impactado mucho las imágenes de todas las zonas desérticas donde no llueve nada o casi nada a lo largo del año, las imágenes de gente haciendo cola para llenar lo que para nosotros sería un mísero cuenco de agua y que para ellos es ese soplo de vida que les permite subsistir, humedecer los labios. Se me llenan los ojos de lágrimas cuando veo a las madres, porque para más colmo, en esas culturas, los padres o dicho de otro modo los hombres de la casa, se ocupan de trabajar en el campo, en la poca agricultura que hay y son las madres las que suelen abastecer el hogar de comida, leña y el agua para cocinar o poder mojarse un poco los labios; agua, que en la mayoría de casos donde hay niños pequeños o bebés, es a ellos a quienes va dedicada esa escasa cantidad muchas veces de charcos insalubres, con la que poder hacerles un poco más llevadera la escasez de comida.
Me subleva y me enerva sobremanera cuando te enteras que algunas ayudas enviadas por ONG`s, por Organizaciones Religiosas o Humanitarias, son literalmente secuestradas por algunos gobiernos totalitarios, que dedican esas ayudas recogidas con el esfuerzo de muchas personas, para entregárselas a poblaciones afines o incluso a sus ejércitos en ocasiones tan desabastecidos de alimentos y medicinas como la propia población, ya que esos gobiernos gastan la casi totalidad de su maltrecha economía en reforzar a esos ejércitos con armas y no con alimentos. Me horroriza más si cabe que, por cuestiones puramente políticas y porque esas poblaciones prácticamente “no cuentan” para el “mundo desarrollado”, las asociaciones como Naciones Unidas, organizaciones religiosas como la Iglesia Católica y otras tantas más con sus poderosos ejércitos, con la cantidad de miles millones en presupuestos, congresos, reuniones etc., no puedan tomar cartas en el asunto de una vez por todas, evitando que esos ejércitos dictatoriales no dejen llegar las ayudas a donde se necesitan y la población muera por miles y millones, solo porque no es políticamente correcto que un ejército de Naciones Unidas o una ONG no pueda intervenir en el asunto de forma oficial, no como una invasión, si no como una solución, como una obligación moral de las naciones afectadas de aceptar, quieran o no, la ayuda de otros para que no mueran tantos millones de personas, para que se ayude a la población a construir redes de conducción de agua, potabilizadoras, buscar acuíferos y de esa forma enseñarles a cultivar, a explotar la tierra, a luchar contra las inclemencias del tiempo, las sequías, a poder vivir acorde con el resto de la humanidad, de la civilización, evitando así esas diferencias donde en algunos países se están preparando viajes directamente a la Luna y en otros, para recorrer apenas unos kilómetros, tardan horas, cargados con cántaros y recipientes de cualquier material, estómagos de ganado, etc., tal como se hacía antiguamente para transportar agua desde los sitios más recónditos y en condiciones insalubres.
Hice varios intentos en mi juventud para enrolarme en alguna de esas expediciones humanitarias, pero siempre surgían problemas, bien por cuestiones económicas, por períodos de vacunaciones, por poca disponibilidad en mi período vacacional, en fin, que esa era una de mis asignaturas pendientes y algo que me ha hecho pensar en fórmulas que me permitiesen ayudar a la gente desfavorecida.
Llevo casado 15 años y mi mujer está tan sensibilizada con el tema como yo, y en ocasiones hemos hablado de adoptar a una niña o niño para en medida de nuestras posibilidades darle un poco de calidad de vida durante un periodo que podamos permitirnos. Tuvimos a una apadrinada y cuando nacieron nuestros hijos, un niño que actualmente tiene 10 años y una niña que tiene 7, todas esas ilusiones de ayudar a alguien más desfavorecido se “disiparon” un poco, puesto que nuestras atenciones y esfuerzos se han centrado en que no faltase de nada a nuestros hijos, dentro de nuestra economía relativamente ajustada. No obstante, mientras han ido creciendo, viendo los cuidados que necesitan los niños desde su nacimiento, el cariño, alimentos, vacunas y toda esa serie de atenciones sin las cuales debe ser realmente difícil vivir, todavía se acrecentaron más esos deseos, hasta el punto que un día al llegar a casa del trabajo:
–¡¡He tomado una decisión irrevocable!! –le dije a mi mujer–. Tendremos que apretarnos un poco el cinturón económicamente hablando, pero he llamado a una ONG y he decidido que apadrinemos una niña o un niño.
–¿Pero cómo lo has hecho sin contar conmigo? –ciertamente llevaba razón, pero fueron mis hijos quienes locos de alegría, interrumpiendo nuestra conversación, exclamaron:
–Sí, sí, queremos apadrinar!
Ellos no tenían muy claro lo que era apadrinar, pero se lo explicamos detenidamente puesto que para enviar la cantidad adecuada de dinero destinada al proyecto de creación de unos acuíferos, potabilizadoras y toda la red de agua potable en un poblado de Sudán, tendríamos que privarnos de algunas cosas de las consideradas prescindibles. Una vez se lo hubimos explicado…
–¡¡Sí, sí, queremos apadrinar!! –volvieron a repetir hasta la saciedad.
Se acordaban de unos conocidos nuestros, que habían acogido durante uno o dos veranos a un niño, pero les explicamos que no era lo mismo, que apadrinar era solamente respaldar el proyecto y sobre todo enviar dinero para poder ayudar a un niño o varios a satisfacer sus necesidades básicas, alimentación, salud y algo de educación. Pero que, con el tiempo, quizás pudiésemos acoger a algún niño o niña, si nos sacrificábamos lo suficiente...
Visto el entusiasmo de mi familia, descarté el programa de la ONG con la que había contactado y pensé que... ¿Quién mejor que alguien que trabajaba en la embajada de Sudán, que estaba al pie del cañón y conocía los pros y contras de aquel país, para explicarme qué debía hacer y cómo, e incluso canalizar las ayudas sobre el terreno? Le conté el proyecto a su hermana y le pareció una idea fantástica, así que decidí llamarlo al teléfono que ella misma me facilitó de la embajada.
Al otro lado del teléfono:
–¿Si? ¿Quién es? –su voz dulce, pausada, que siempre invitaba a la paz.
–Emi, soy Juan Manuel, me ha dado el teléfono tu hermana y quería comentarte algo que me ronda por la cabeza…
Le conté detenidamente el proyecto y si cabe se entusiasmó más que yo, hasta el extremo que fue al día siguiente cuando recibí una llamada suya:
–¡¡Tengo lo que necesitas!!
La emoción que denotaban sus palabras me puso el corazón a cien, porque si algo tenía Emi era que cuando aseguraba algo, era porque lo había meditado y estudiado desde casi todos los puntos de vista, lo que me hizo intuir que no había pegado ojo en toda la noche, como posteriormente me aseguró.
–Hay una niña de 7 años que se quedó sin padres, asesinados por problemas raciales. Es un encanto, incluso le estoy enseñando a hablar español en las horas que paso con ella, pero no te niego que toda ayuda es poca. Está en manos de unos misioneros, que le enseñan lo básico, cuidan de su salud, pero le falta sentir el calor de una familia, porque la perdió con dos años. Si el apadrinamiento lo acompañásemos de cartas, fotos, algún vídeo que yo pudiese ponerle con el móvil, podríamos hacerla muy feliz.
Cuando terminé la conversación estaba ilusionado y emocionado, se me salía el corazón del pecho, y tuve claro que eso era lo que mi familia y yo deseábamos.
Al día siguiente, volvimos a hablar para establecer los términos y los plazos de cómo hacerle llegar el dinero y algo que le pudiese ser útil, porque como mi hija tenía su misma edad, podría hacerle llegar ropa, juguetes, etc. Como Emi trabajaba en la embajada española, los permisos, documentación, etc., podríamos agilizarlos un poco. La sorpresa mayúscula fue cuando, sin avisar, me llegó un mensaje al móvil. Una foto de Jadhira, que era como se llamaba la niña: unos ojos oscuros preciosos, con una profundidad y una luz increíbles, que estaba diciéndonos con la mirada que se quería comer el mundo. Mi mujer y yo nos miramos, le enseñamos la foto a nuestros hijos y dijimos todos al unísono:
–¡¡¡Ya es de la familia!!!. –la emoción fue tremenda y contagiosa.
–Lo llamaremos “Proyecto Emi” –dijo Ismael, mi hijo mayor.
Durante más de un año, las cartas se hacían interminables, mis hijos estaban encantados y deseaban cada día tener noticias de “su hermana de África”. Emi, cada día que le era posible, nos llamaba, la ponía al teléfono y era ella misma la que nos iba contando sus avances en los estudios, nos contaba las experiencias de sus vacunas, nos contó que se le había caído su primer diente, su español era cada día más perfecto, tenía un buen maestro y mi hija Carla, que era de su misma edad, charlaba de cosas de niñas y se contaban cosas que para Jadhira eran todo novedades, porque Carla le contaba cosas que veía en la tele, que allí ni con imaginación…
¡¡Eran tantas y tantas cosas… que se hacía muy difícil tenerla lejos!!
En un arranque de locura, llegué de trabajar y le pregunté a mi familia:
–¿Queréis que Jadhira pase el verano con nosotros?
La locura estalló en el salón de casa, todos estaban encantados con la idea, los niños saltando de alegría, pero ninguno nos paramos a sopesar las consecuencias. Maduramos la idea y al día siguiente llamé a Emi, a ver que le parecía:
–¿Qué te parece si preparamos las cosas y los permisos para que pase el verano con nosotros? –le dije.
–¡¡Estupendo, me parece algo fantástico!! Verás lo contenta que se va a poner cuando se lo diga.
El día 24 de Mayo, fecha de mi cumpleaños, empezamos todos los trámites para traer a Jadhira; era uno de los mejores regalos, más aún sabiendo que mi familia estaba encantada.
Fotos, llamadas… El tiempo se nos hizo interminable…. ¡¡Por fin!! El día 27 de Junio, llenos de emoción, fuimos a recogerla al aeropuerto…
Desde el primer momento era una más de nosotros. Carla e Ismael, como si fuesen sus hermanos carnales, le explicaban a cada momento todo cuanto a ella le resultaba extraño, ya que muchos de los adelantos que para nosotros nos parecen normales, para ella son cosas “casi de magia”.
El tiempo transcurría, su integración era genial, era una niña inteligentísima y captaba todo cuanto le enseñábamos a velocidad de vértigo, barajamos mi mujer y yo la posibilidad de adoptarla, pero... ¡¡tiempo al tiempo!!
Desde el primer día, le llamaba la atención todo aquello que hacía referencia al agua, preguntaba que qué era un pantano, lo había oído en la tele; le llamaba la atención ver los dos ríos que circundan el pueblo en el que vivimos, pero sobre todo, ver cómo salía el agua de los grifos y siempre preguntaba que de dónde salía tanta agua, que cómo llegaba hasta allí. Le asombraba que hiciésemos las necesidades en agua limpia, que nos lavásemos tantas veces, que fregásemos el suelo con agua….
La sorpresa mayúscula llegó a los 10 días de estar con nosotros; recientemente me había comprado un maravilloso equipo de escáner e impresora en 3D y Jadhira me había visto manejarlo, haciendo tubos y roscas para algunas chapucillas que hacía en casa, pero lo que nunca pensé fue su increíble habilidad para que, solo con verme, poder manejarlo con una soltura de profesional.
Sin decirme nada, una noche se levantó, bajó al sótano donde tenía instalado el equipo de impresora y escáner 3D y, siguiendo unos planos que tenía encima de mi mesa, para hacer un pequeño sistema de riego por goteo para unos árboles que tenía en el jardín, copió, pegó y diseñó un depósito, unos tubos algo más grandes que los que había diseñado yo, unos grifos…
Cuando al amanecer no estaba en su cama, asustados la buscamos por toda la casa; al no encontrarla, y como último sitio que se nos hubiese ocurrido buscar, bajé al sótano. Allí estaba, se había quedado dormida ante su maravillosa creación.
Estupefacto le pregunté:
–¿Quién te ha enseñado a manejar el ordenador?
–No te disgustes, por favor, tenía mucha ilusión de hacer esto –me dijo mostrándome lo que había diseñado.
–¿Disgustarme?, ¿tú sabes lo que has hecho? ¡¡Esto para una niña de tu edad es magnífico!!
–El tío Emi –que así lo llamaba cariñosamente– me dejaba el ordenador cuando iba a su casa, decía que esto era el futuro y me decía que aprendía rápido.
Cierto es que la impresora y el escáner en 3D llevaban unos tutoriales magníficos y la sencillez de manejo era fantástica, pero no imaginaba que una niña fuese tan hábil.
–¿Podríamos llevar esto a mi pueblo en Sudán y hacer unos conductos para llevar agua? ¿Podríamos hablar con algún amigo vuestro, tuyo o del tío Emi, que nos ayudase a recoger dinero y comprar muchas impresoras y escáneres 3D? Fíjate, aquí se toman un refresco o muchos al cabo del día y vale más de un euro, si cada uno se quita un refresco o un café de los que se toma al día, podrían ayudarnos.
¡¡Uff!! El razonamiento de Jadhira me sobrecogió, me dejó atónito, jamás mi hija, a la que gracias a Dios nunca le ha faltado de nada, me hubiese hecho un razonamiento tan profundo y tan meditado, tanto que hacía justicia al refrán de: “La necesidad agudiza el ingenio”. ¿Pero tanto?, que mi mente se puso a trabajar para intentar dar forma a la maravillosa idea que había tenido Jadhira.
Llamé a Emi, le conté todo lo acontecido, la maravillosa exposición y razonamientos que me había hecho Jadhira, le pregunté estando los dos en un estado de incredulidad indescriptible si podría enterarse si había sucursales de la marca de impresora y escáneres 3D como la que yo me había comprado y, de paso, si se podía enterar de cómo canalizar varios millones de euros, con el menor trámite burocrático posible, para hacer posible “El Proyecto Emi”.
–Proyecto Emi, ¿qué es eso?
–Ja, ja –no pude evitar las carcajadas, antes de explicarle…
–¿Millones de Euros? ¡¡Estás majara!!
–Sí, quizás esté majara, pero me encanta la idea y solo por ver feliz a Jadhira haré todo lo que esté en mis manos.
–¡¡Bueno, bueno… que sepas que me pongo manos a la obra, que la idea me parece fantástica y no descansaré hasta verla hecha realidad, mucho ánimo y a por todas!!
Busqué todas las opciones que se me ocurrían para recaudar el dinero necesario, llamé al fabricante de las impresoras y escáneres en 3D, la idea les gustó y dos días después de nuestro primer contacto, se ofrecieron a transportar tantos equipos como fuesen necesarios a coste cero. ¡¡Biennnnn!! …ya teníamos una parte muy importante, los equipos de impresión y escáneres en 3D, con el dinero que nos ahorrábamos en eso, podríamos hacer muchísimas cosas más.
Durante unos días, a través de todas las redes sociales que conozco, coloqué el mensaje, con resultados no del todo satisfactorios. Pero en un momento de inspiración llamé de nuevo al fabricante de impresoras y escáneres en 3D y les pedí permiso para poner su imagen como patrocinadores del proyecto, dando así una imagen de mayor seriedad. Ellos aceptaron inmediatamente. Pregunté a una amiga que trabaja en un banco qué debería hacer para abrir una cuenta en la que se pudiese ingresar dinero desde cualquier punto, sin costes, explicando cuál era la idea; por último, y más importante, me acordé de la exposición que me había hecho Jadhira: “Si cada uno de los que se toma un refresco, un café o dos, solo se tomase uno y nos diese un euro al día…” ¿Cuántas cosas podríamos hacer?”.
Así lo puse en las redes sociales:
“PROYECTO EMI”: Patrocinado por un prestigioso fabricante de impresoras y escáneres en 3D, se ha propuesto como primera iniciativa llevar agua a un pequeño pueblo del centro de Sudán. ¿¿NOS AYUDAS?? Puse una fotografía de Jadhira, sus vivos y expresivos ojos oscuros, al fondo una foto de su pueblo y un eslogan que decía:
“¿TIENES UN EURO?…ES PARA AGUA”, explicando en varios idiomas que con ese euro llevaríamos agua, salud y vida y adjuntando un número de cuenta.
El mensaje se hizo viral, en cuestión de dos semanas habíamos recaudado más de tres millones, sí, sí, tres millones de euros. Se me salían los ojos de las órbitas sólo con pensar en la alegría que se llevaría Jadhira cuando se lo contase todo.
El verano se acababa, la estancia de Jadhira entre nosotros tenía las horas contadas, pero sabíamos que no se iba de vacío. Su ilusión, su emoción, sus ganas de vivir y cómo disfrutaba de cada una de esas cosas que para nosotros no tienen importancia, había calado hondo en nuestra familia.
Se iba con un proyecto muy grande entre sus manos. “Proyecto Emi” se hizo realidad en un corto espacio de tiempo. Con el dinero recaudado, allí se pueden hacer muchísimas cosas. Se iba contenta y sabíamos que volvería.
La marca de impresoras y escáneres 3D vio multiplicarse sus ventas y eso les hizo plantearse dedicar un porcentaje de sus ventas a proyectos humanitarios de características similares.
¿NOS AYUDARÍAS A HACERLOS REALIDAD?...