Existencia

Existencia

[Everlasting]

Despertó algo desorientada, sintiendo las conocidas punzadas en las extremidades y una sensación de hormigueo recorriendo todo su cuerpo.

-Vuelvo a tener veinte años- se dijo, mientras hacía un esfuerzo consciente por abrir los ojos y levantar los brazos. Todo respondió a la primera: las pupilas se ajustaron en una fracción de segundo a la aséptica luz blanca del Centro de Recuperación de Datos, sus pulmones rechazaron la respiración asistida y la máquina, obediente, se desconectó de inmediato; contrajo la musculatura de brazos, piernas, abdomen, sintiendo la tersura de su piel en el proceso.

Un panel de la pared del fondo se deslizó a un lado, dejando paso a una mujer con la apariencia de una joven de unos 16 años, esbelta, pelirroja, con un rostro pecoso y afable.

- Bienvenida, Omega, ¿Sabes dónde te encuentras?

Sintió una punzada de inquietud al escuchar su nuevo nombre, el último que tendría jamás.

- En el CRD, Programadora- respondió asombrada por la dulzura de su propia voz.

- Bien, Omega, en ese caso tengo la obligación de informarte que la Impresión 3D del cuerpo guardado en nuestra base de datos se ha desarrollado correctamente. Como consecuencia de la repetición de la enfermedad genética sufrida en Impresiones anteriores, y ante la imposibilidad médica de desarrollar una cura para la misma, y siendo consciente del declive de tu envoltorio físico, pediste el borrado automático a la edad de cincuenta y dos años, tres meses y catorce días. Tu vida útil fue, pues, de treinta y dos años y nueve días. En tu ciclo como Psi, elegiste no tener descendencia, ni mantener contacto con ascendientes o descendientes de Impresiones anteriores. Dedicaste la mayor parte de tu tiempo al estudio de la mente, destacando en el desarrollo de programas neurolingüísticos y en sus aplicaciones.

Es también mi obligación legal informarte que Omega será tu última Impresión, procediendo a un borrado total de tu información biométrica así como la inserción de tus funciones cerebrales en la Red General una vez dejes de ser útil. Si deseas realizar alguna pregunta, estoy a tu disposición.

-La última Impresión que recuerdo es Tau, ¿puedo inquirir por qué no tengo acceso a los últimos cuatro ciclos de mi existencia?

-Fuiste tú quien especificó que se borraran las últimas cuatro Impresiones de tu memoria al redactar el Acta de Partida en tu impresión como Psi.

-Me entristece pensar que mis últimas cuatro Impresiones no merecen ser recordadas- dijo Omega, caminando de manera tentativa sobre las puntas de sus pies y girando sobre sí misma como una bailarina.

-Muy al contrario, Omega. Dispongo de un pie de página escrito de tu puño y letra en el que se ruega que la Programadora que supervise tu reinserción te haga saber, y cito: “Determino de manera tajante el borrado de los cuatro últimos escaneos 3D de mis funciones cerebrales. Fueron impresiones prolíficas y estimulantes, en las que se realizó un gran servicio al conjunto de la Red, aportando brillantes ideas en diferentes campos de estudio. La deuda con el conjunto de la sociedad queda, pues, saldada, y me hago a mí misma, en mi última Impresión, el regalo de la Libre Existencia. Querida Omega, tuya es. Haz de ella algo significativo, llénala como estimes oportuno. Confío en ti, porque eres yo. Tienes por delante tus últimos treinta años, haz que merezcan la pena”.

- Agradezco tu diligencia, me has prestado un gran servicio. Ahora deseo enrolarme de inmediato en mi Programa de Adaptación – dijo Omega de manera automática, cumpliendo con lo marcado por el protocolo, aunque sus pensamientos estaban con el pie de página que se había escrito a sí misma.

- Haré saber a los Técnicos que estás dispuesta para los programas de Adaptación. Deseo que tu Impresión resulte provechosa, Omega.- respondió al salir la Programadora mientras el panel se deslizaba a su espalda.

Omega quedó sola en la habitación, reflexionando profundamente acerca del críptico pie de página escrito a sí misma. ¿Qué querría decir exactamente al regalarse la Libre Existencia? Recordó, divertida, sus Impresiones tempranas, en las que el placer y el hedonismo jugaron un papel crucial. Más adelante, procreó las dos veces reconocidas por la ley, fue madre, abuela, a veces esposa, siempre con dedicación y entrega, y profundizó en el significado del amor y la fuerza de la sangre. También se dedicó al trabajo manual e incluso al trabajo pesado, como medio de aprendizaje de los propios límites. Y, por supuesto, al estudio profundo de distintas disciplinas, contribuyendo al avance de las artes, las ciencias, y el conjunto de la Red.

Se sentía satisfecha, y completa, a pesar de haber borrado de manera consciente sus últimas impresiones. Ahora, en su impresión como Omega, la última de todas, y tras veintitrés ciclos vitales completados con éxito, su lugar debería estar en la Galería de Sabios, compartiendo sus valiosas experiencias con los Impresos en distintos estadios evolutivos. Sin embargo, había borrado más de cien años de estudio y sacrificios de su Unidad de Memoria, lo cual minimizaba sus opciones a una: vivir.

La palabra, aun no habiéndola dicho en voz alta, le sonó obscena. ¿De dónde habría salido? Fútilmente, miró sobre su hombro, consciente de que, desde las entrañas del edificio, máquinas híper eficientes monitorizaban cada ligera fluctuación de sus niveles hormonales, de las segregaciones de endorfinas, serotonina, dopamina. Respiró profundamente, y activó el modo calma de su Programa Principal. Una voz impersonal le informó en tono neutro que la ligera fluctuación de adrenalina había sido corregida, y que su Programa Principal se encontraba en perfecto funcionamiento.

Recuperada la calma, retomó el hilo de sus pensamientos. Había oído hablar del regalo de la Libre Existencia en casos muy contados de personas cuya aportación había sido realmente significativa. Pero era algo tan marginal, que nadie sabía realmente si se trataba de un honor o una ignominia, ni qué uso se daba del privilegio. Se permitió volver a repetirse la palabra: “vivir, vivir, vivir…”. Esta vez no se produjeron reacciones físicas significativas, parecía acostumbrarse a la noción con bastante rapidez, seguramente como consecuencia de algún poso de las cuatro Impresiones borradas. Ahí debía estar la clave, en los ciclos que no podía recordar. ¿Qué sentido tenía aprender para olvidar? ¿Por qué la clave de todo esto parecía totalmente obvia, y al acercarse a ella se le escapaba como arena entre los dedos?

Un ligero parpadeo en las luces de la sala le indicó que los Técnicos habían terminado el estudio y que daban la Adaptación por terminada. Se vistió con las prendas informes y neutras correspondientes a una Omega de su rango, calzó botas bajas de suave material, recogió su largo cabello en un discreto moño. Su imagen en el espejo apenas la sorprendió. Había visto esa misma imagen insultantemente joven, arrebatadoramente hermosa, las suficientes veces como para que sus ojos buscasen sus ojos, y no se recrearan en la falsa juventud de una mujer que comenzaba a vivir su vigésimo cuarta Impresión. Esta vez, sin embargo, se obligó a mirar. No tendría otra oportunidad de descubrirse en estado puro, en la manera en que decidió escanearse en su Ciclo Verdadero, a la edad de veinte años, en la plenitud de su desarrollo físico. Era bonita, con sus enormes ojos negros, y su pequeña boquita sonrosada. Durante las Impresiones sensuales, había disfrutado de este cuerpo hasta el delirio. Durante una impresión en la que decidió probar la autodestrucción, llevó a su físico al límite de la resistencia a sustancias y prácticas poco recomendables. Fue su Impresión más corta: apenas tres años. Pero el sacrificio fue valioso, el aprendizaje sobre sí misma y la debilidad humana fue de enorme utilidad en Impresiones posteriores.

Salió del edificio y se maravilló de lo hermosa que era la tarde en aquel ambiente limpio, purificado, climáticamente controlado, aséptico, sano. Decidió caminar hasta el alojamiento que le había sido asignado en el Parque de Otoño, la zona más tranquila del distrito Omega. Le contentó la ubicación y apresuró ligeramente el paso, haciéndose consciente del funcionamiento de sus músculos y articulaciones. Le asaltó la idea de que cada paso que daba era un paso que se descontaba del número finito de pasos que daría en el total de sus Impresiones, y que estaba muy cerca del final, y sintió una punzada de tristeza.

¿Qué más había? ¿Acaso, vivir consistía en aprender, experimentar, en ser útil? De inmediato, como si se abriera una puerta a lo más profundo de su ser, otra palabra surgió asociada a la primera: felicidad.

Esta vez tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol para que las alarmas médicas no la delataran.

Ambas palabras eran conocidas, reliquias de una época previa al Escaneo y la Impresión 3D, una época en que las personas tenían un único intento y un número muy limitado de años, y las pasiones y el miedo gobernaban sus acciones. Y ambas palabras habían quedado obsoletas cuando se perfeccionó la tecnología que podía dar una existencia dilatada a los seres humanos. Vivir se había sustituido por “existir”, y felicidad se había convertido en “utilidad”. El cambio había sido paulatino y sutil, y no pareció molestar a nadie, llenos como estaban de una vida casi eterna, a la que hubo que poner límites legales basados en una lógica de renovación en la que todo el mundo estuvo de acuerdo, pero que no pudo evitar el estancamiento y un ligero declive en una sociedad casi perfecta.

Se preguntó de dónde venían esas ideas, y se dijo que el pensamiento crítico llevaba siendo una parte indispensable de su singularidad individual prácticamente desde que era una Alfa de apenas cinco años de edad. Resultaba increíble que pudiera recordar con tanta nitidez a aquella niña que solo existió una vez, cientos de años atrás.

Pensar en la niña que fue, le trajo reminiscencias del aroma de su madre, de la casita junto al mar, de la arena en los zapatos, de cometas voladoras, espuma blanca, medusas, risas, sueños… ¿Qué soñaba cuando era niña? Algo dentro de ella le decía que sus sueños y experiencias infantiles eran un tesoro que merecía la pena evocar.

Entró en una cabina pública ubicada junto a un pequeño estanque rodeado de sauces. Se acomodó en el asiento y solicitó un Trasvase de Datos. Una pequeña burbuja se materializó ante sus ojos, y quedó flotando a la altura de su cuello. Omega tocó la burbuja, y a continuación el pequeño puerto situado tras su oreja derecha, y de manera inmediata tuvo acceso detallado a la información solicitada.

Alfa, querida, debes apresurarte, el eclipse solar comenzará en unos minutos. No olvides el protector ocular -mamá es alta y hermosa, siempre sonriente-

¡Madre, madre, hoy la Instructora ha mencionado mi trabajo sobre las nubes!- mamá me da un gran abrazo, me alza en el aire, damos vueltas, caemos sobre los cojines riendo y riendo-

¡Buenos días, mi pequeña estrellita! ¡Hoy celebramos tus ocho años, vendrán todos los pequeños Alfa de tu Academia, es un día importante! -mamá lleva una cinta amarilla para ponerla en mi cabello, lo cepilla con suavidad, con infinita paciencia, me besa en la frente, me mira a los ojos, y rompe a llorar. Aún no sé que ese día marca el fin de mi infancia, y que desde ese momento paso a ser tutelada por un Comité de Orientación. Lloro con mi madre, sin saber por qué, nos besamos los ojos, nos lamemos las lágrimas, nos despedimos sin despedirnos. Seguiría viéndola en años posteriores, en existencias posteriores, la acompañaría en sus últimos pasos como Omega.

Salió de la cabina conmovida. Era curioso, pero era la primera vez que solicitaba revivir su infancia. En un mundo en el que se disponía de un futuro casi eterno, se fomentaban el avance y la proyección, se buscaban grandes objetivos. Mirar hacia atrás era, además de poco práctico, un acto propio de personas inmaduras, algo casi indecoroso. Aun así, Omega deseó poder regresar a aquellos años, en los que estar en los brazos de su madre hacía que su corazón bailase de ... ¿felicidad?

Comenzaba a comprender el porqué del borrado de sus últimas Impresiones, las más eruditas. Tal vez la carga del conocimiento, de la experiencia, de cientos de años de adiestramiento, de condicionamiento social, de negación de la naturaleza humana, de domesticación de los instintos,  habían hecho que lo realmente importante se quedara por el camino. ¿Y si habíamos logrado la perfección a costa de nuestro bien más preciado, a costa de nuestra  humanidad? ¿Y si unos pocos años viviendo valían más que una eternidad existiendo?

Omega se sintió turbada ante la dirección que estaban tomando sus pensamientos. Miró a su alrededor y observó la simetría y limpieza de cuanto la rodeaba. Bajo sus pies, los baldosines brillaban con blanco fulgor. Unos metros más adelante, detectó una pequeña grieta en el pavimento, de la que asomaba un único y solitario tallo verde. Aquella pequeña mala hierba pugnaba con fuerza por sobrevivir, y, si el servicio robotizado de mantenimiento no la detectaba, acabaría arraigando y rompiendo la dura cerámica. Por un momento, simpatizó con la maleza y deseó que venciera en su pugna por la vida. -La vida siempre se abre paso- se dijo a sí misma.

El ocaso la sorprendió caminando por uno de los innumerables jardines de su ciudad. La naturaleza domesticada, la vida bajo control. Se descalzó y sintió la humedad de la hierba bajo sus pies. Se quedó allí parada, con los ojos cerrados. Comenzaba a entender que le habían hecho falta veintitrés existencias para arañar la superficie de la realidad.

Una fresca brisa acarició su rostro y notó que éste estaba humedecido por sus propias lágrimas. Ahora entendía por qué había borrado sus últimas Impresiones. Le había costado cuatro vidas llegar al conocimiento que le estaba siendo revelado en apenas unas horas. La Programadora le había dicho que había hecho grandes progresos en el campo de la neurolingüística, y ahora entendía que, de alguna manera, había programado su subconsciente para comprender una verdad mayor: la verdad de su humanidad. Había tenido que olvidar sus descubrimientos para ser capaz de llegar a sentir. Había empleado cientos de años de erudición para hacerse un regalo único, una vida plena, una vida de verdad.

Omega abrazó a la niña Alfa que llevaba dentro, y sintió que se abría ante ella un camino sin retorno. Por primera vez en veinticuatro vidas, se sintió realmente VIVA. Un torbellino de emociones la embargó, la mayoría no pudo identificarlas, pero sabía que se habían instalado en su ser. Cerró los ojos, y vio ante ella el rostro risueño de su madre. Inspiró profundamente e hizo lo que tenía que hacer: comenzó a caminar.

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